martes, 1 de diciembre de 2015

El lobo está de moda (I)

Esa fue la contestación que recibí hace poco por parte de una persona como comentario a mi respuesta, cuando en contestación a la pregunta de donde había estado durante mis vacaciones, le dije que uno de los lugares fue Solana del Pino, como participante en las jornadas sobre el lobo ibérico en Sierra Madrona, "Emlobados 2015".

Me molesta sobremanera que algo tan importante para mi como es la conservación de la biodiversidad sea vista por algunas personas como sujeto a modas, especialmente como fue el caso si además se agrava por dedicarse profesionalmente al medio ambiente. Esta percepción refleja una vez más el tipo de sociedad en el que nos hallamos imbuidos, presa de vaivenes dirigidos por grupos de poder en función de hacia donde se quiera dirigir la atención. Si algo vende o puede resultar rentable que atraiga la atención de la sociedad, se visualiza hasta la saciedad para mantener la atención de ese objeto o fin y una vez cumplido el objetivo para el que fue creado, sacada la rentabilidad perseguida,  desaparece.

Esto también ocurre con las especies, sobre todo si resultan "rentables" para vender una imagen, en este caso el de la impoluta gestión y buen hacer de una administración politizada que pretende hacer ver a los ciudadanos que lo que de verdad le interesa es la conservación de la biodiversidad, ocurre sobre todo con especies "estrella"como el lince, el oso, etc., muy mediáticas y por tanto muy valoradas también por la opinión pública, algo que sabe bien la clase política, que abandona a su suerte a las que no lo son o no tanto por la sociedad, generalmente fruto más del desconocimiento que de su indiferencia.

No obstante, la preocupación por la conservación de especies tales si bien puede ser real, lo es sobre todo, si el objeto a proteger, hábitat o especie, no representa un elemento incomodo a defender, siendo la realidad bien distinta, si ello no es así. Quizás el paradigma de esta cuestión quien mejor lo representa sea el lobo, especie estigmatizada y maldita donde las haya. La desastrosa gestión de que es objeto esta especie en los territorios donde habita es fiel reflejo de ello. Pero no solo ocurre donde hay poblaciones más o menos "estables", sino allí donde paradójicamente más debieran hacerse esfuerzos para evitar su extinción, caso de Andalucía, donde de facto puede casi afirmarse técnicamente que ello ya ha sucedido, a juzgar por los escasos datos registrados de su presencia. Lo irritante es que se pretenda vender lo contrario y que si esto no es así, ni siquiera se halla declarado la especie como "en peligro de extinción".

Pero volviendo a lo expuesto inicialmente, ¿cual es entonces la visión de la sociedad profana en la materia? ¿cual es el rango de importancia que puede tener para ésta la conservación de las especies? y circunscribiéndome al tema que nos ocupa, ¿como se valora por la sociedad la necesidad de proteger una especie tan controvertida como el lobo?. Obviamente el asunto presentará claros matices dependiendo de una amplia escala de valores, cuya gradación será muy diferente en virtud del contexto territorial, socioeconómico y cultural al que pertenezca la persona o grupo social analizado.

Por esta razón, la realidad que debe llegar a la población debe estar argumentada en base a criterios reales. Cualquier noticia en relación a esta especie, debe ser tratada con suma cautela, máxime a sabiendas de la intencionada tergiversación que se hace de ello cuando hay intereses en juego. Sin embargo esa cautela, en la inmensa mayoría de los casos no se manifiesta, más bien sucede lo contrario y por desgracia se hace de manera exacerbada e injusta para tan valiosa especie.

Además, la diferencia de enfoque de esta problemática entre el mundo rural y el urbano crece cada día. Si bien, la menor cercanía a un contexto natural hace que ese enfoque por parte de la población urbana, frecuentemente esté teñido tal vez de un bucolísmo romántico, no es menos cierto que en el caso al menos del contexto andaluz, donde el lobo hace tiempo que dejo de cohabitar con el hombre en la mayor parte del territorio que ocupaba, se reproduzca una visión de conflictividad proyectada desde el pasado. Esta visón trasnochada, hoy día no tiene razón de ser habida cuenta de los conocimientos científicos que demuestran su indispensabe papel ecológico y los medios técnicos disponibles para mitigar cualquier efecto negativo que pueda derivarse de su presencia.

La cerrazón díscola en la que se empeñan colectivos tan contrapuestos como cazadores y ganaderos, no posee ninguna argumentación solida que pueda justificarla, como iremos desgranando en sucesivas entradas donde continuaremos comentado este tema, y donde veremos también, que el supuesto enemigo hacia donde dirigir ese esfuerzo de oposición, dista mucho de ser el lobo.

 

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