miércoles, 26 de diciembre de 2012

La penultima...



Tan pronto como aprendemos un nuevo palabro derivado del mundo anglosajón, nos viene otro encima que nos vuelve a enredar para quedarse.  En este caso, por desgracia no es un añadido que únicamente contamina nuestra lengua, sea cual sea la que se hable en este país, sino que lo hace también con nuestro maltratado medio ambiente. Me estoy refiriendo al fracking, que es el término con el que se refiere a la penúltima técnica que se empieza utilizar para seguir destruyendo y contaminando nuestro territorio natural. En esencia el fracking consiste en fracturar (fácilmente deducible por su nombre) la roca madre sobre la que se asienta todo, fundamentalmente compuesta de pizarras y esquistos, para extraer el gas que está atrapado en ella. El método no puede ser más bestia, se  utiliza una técnica de perforación mixta: en primer lugar se perfora hasta 5000 metros en vertical y después se perfora varios kilómetros en horizontal (2 a 5). A continuación, se inyecta agua con arena (98%) y una serie de aditivos químicos (2%) a gran presión. El resultado es que la roca se fractura, liberando el gas que contiene ascendiéndolo hasta la superficie a través de un pozo. El proceso se repite hasta que se ha extraído todo el gas de la veta rocosa. Hasta ahí, como siempre, aparentemente algo “inocuo” según sus defensores, pero parte de la mezcla inyectada vuelve a la superficie, en concreto entre un 15 y un 85%.

Pero ¿Cuáles son las consecuencias que todo este proceso acarrea?. Para empezar diré que esta técnica no tiene nada de novedosa, lleva años aplicándose en países como Estados Unidos y como siempre, ellos ya han sentido en sus “carnes” los efectos, así que como siempre también los desoiremos en esta ocasión. Los principales problemas que se han detectado en el uso de esta técnica en las zonas donde se lleva a cabo se pueden resumir en contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, contaminación del aire, afecciones a la salud humana, alteraciones del paisaje y el terreno, contaminación de suelos al cerrar los pozos e incluso en zonas sensibles, riesgo sísmico.

Si sólo pensamos en el riesgo de contaminación de los acuíferos, estamos hablando de que en nuestro país alrededor de un 30% de la población se abastece de agua de estas zonas. Pensemos que retornar a su estado original un acuífero es en la práctica imposible o al menos hoy por hoy inviable económicamente, con lo que en términos reales estamos poniendo en manos de intereses privados ajenos a este recurso vital, el capital hídrico del que habremos de tirar para abastecernos ante el escenario climático que se nos avecina.

Ante este nuevo despropósito yo me pregunto, ¿de verdad necesitamos recurrir a este sistema a todas luces insostenible, en lugar de apostar por los ilimitados recursos energéticos que nos proporciona abundante y limpiamente la naturaleza? Es como si viviéramos al borde de un inmenso lago de aguas cristalinas y nos empeñáramos en construir una fábrica de refrescos para mitigar nuestra sed, cuyos desechos sin depurar los vertiéramos a ese mismo lago. Demencial.

Echa

d un vistazo a esto
El infierno del fracking (I y II)
http://www.youtube.com/watch?v=0RvSj_DI8MI 
http://www.youtube.com/watch?v=n7GIK5SVreQ 

y a esto...


lunes, 20 de agosto de 2012

Otro año más...




Podía haber titulado esta entrada como "annus horribilis", pero eso ya nos sonaría a todo lo que además tenemos encima, y ya nos desborda. Esta vez la referencia la hago a que es otro año más que sufrimos la plaga inacabable de los incendios forestales, otro año más a sumar a la incompetencia e insensibilidad ya manifestada de una administración que no es capaz o más bien no quiere serlo, de ver más allá de sus intereses electoralistas donde la razón de estado que les asiste en su papel de gestores del bienestar de los ciudadanos, se impone al estado de la razón del bien común.
 los muchos, demasiados e intolerables despropósitos que sufrimos, se le añade el abandono a su suerte de una naturaleza cada vez más castigada y por ende, necesitada de protección más que nunca antes las constantes agresiones que sufre día a día. Los incendios forestales son la parte más visible de ello, la más terrible por su alcance y devastación. Este año que va camino de alcanzar su último tercio, nos está acongojando el alma con el despliegue de horror que llevamos constatado, máxime si tenemos en cuenta que muchos de ellos se están produciendo en lugares no sólo emblemáticos, sino de altísima sensibilidad por su excepcional valor ecológico, Doñana, Garajonai, Sierra de Gata, Cabañeros, La Garrotxa, etc, etc. Y van muchas más hectáreas calcinadas que en 2011. 


Si nos plantamos ante un mapa de España y los ubicamos nos daremos cuenta que su distribución no respeta casi ningún rincón de suelo “patrio”, desde Cataluña a Extremadura, de Andalucía a la Comunidad Valenciana y de ésta a Galicia, sin olvidar por supuesto al sin igual tesoro de Canarias. Otro tanto ocurre si queremos valorar los diferentes ecosistemas que está arrasando, bosques mediterráneos, atlánticos, laurisilva o del Pirineo. Se nos va la vida, porque esto no otra cosa que vida, “como el agua vertida en un canasto”. 


Los sufridores directos de este castigo, además de la fauna y la vegetación que es arrasada, sin duda son sus pobladores humanos, que verán mermados sus recursos vitales de agua, tierra fértil, madera, caza, frutos, pastos, ganado… Pero también los indirectos, turismo, paisaje, economía asociada, etc, en otras palabras, FUTURO. Pero, ¿quién valorará la tristeza, la desilusión, la angustia, la impotencia ante tanta sin razón, la pérdida irreparable de sus valores más profundos arraigados como las raíces de sus árboles ya muertos, el exilio del alma?. Nada importa a este sistema económico expoliador, porque nada de ello cotiza en bolsa. 


Antes tanta ignominia, ante tanta desolación cabe una única pregunta que debe estar atronando nuestros montes, nuestros bosques, ¿quién o quienes son los responsables?, la respuesta es dura, y quizás no guste a muchos, los responsables somos TODOS. Obviamente, gradual en esta atribución, cada cual debe hacer su propia reflexión al respecto. Y me explico. La administración es la ejecutora de las medidas pero no olvidemos nuestro papel como electores en esta democracia que día a día, están dinamitando ante nuestros ojos. La razón que asiste a los intereses economicistas a los que sirven los gobernantes que hemos elegido es la causa, este desastre plasmado en la constante destrucción de nuestro patrimonio natural es el efecto. Entre ambos estamos nosotros, la sociedad civil, y nuestra responsabilidad es actuar, no la desidia, ni el adormecimiento neuronal que nos inoculan día a día.


El incivismo que campa por doquier, no es sino fruto del escaso esfuerzo educativo que se ha dedicado a su erradicación. La educación en valores claves es la llave de todo, y por supuesto del respeto y la sensibilidad hacia algo tan fundamental como es la conservación de la naturaleza. De su ausencia parte el desprecio, la insensibilidad y finalmente el descuido, esa es la verdadera llama que prende el bosque. Desprecio, insensibilidad o descuido que se ven reflejados y alimentados por el mismo que demuestran algunas administraciones, cuyo resultado es el que estamos teniendo ahora.  No creo necesario mencionar el papel de los intereses oscuros que sobre el territorio se mueven, eso merece un capitulo propio, donde valor y precio confunden a los necios, como diría el gran Antonio Machado, ante la pasividad de la mayoría, añado yo .


Los recortes se ceban con el fruto de ese coctel tremendo de indiferencia social, ignorancia y pérdida de valores. Si una sociedad sabe demandar lo que de verdad es valioso y esencial para su futuro, la casta política que gobierna no tendrá otra opción que escucharla, la que tenemos sabe muy bien que sólo unos pocos lo gritamos, gritos que se diluyen en el imponente volumen de gargantas gritando goles. Ojala algún día seamos más aquellos que éstos.

Mientras, enredados en el juego de la muerte, centenares de bomberos, agentes forestales y ciudadanos responsables sólo pueden oír el lamento de millones de árboles cayendo ante sus impotentes ojos. Pero para eso están los recortes, para recortar decibelios donde “sobrán”…


¿Seremos algún día una mayoría consciente la que consigamos cambiar todo esto?

Por cierto, los recortes aprobados en junio pasado por el Consejo de Ministros, supusieron una reducción del 20% de la inversión en dotación contra incendios en Parques Nacionales..., del resto que responda cada CCAA.




  

viernes, 22 de junio de 2012

Invirtamos de verdad en turismo de naturaleza

Parece que no hay manera, que no nos van a dejar que sea de otra forma. Nos condenan y nos condenamos nosotros con nuestra resignación, a que en esta entelequia que se llama Unión Europea se nos asigne el papel de comparsa por no saber gobernar ni gobernarnos, dicho esto con la mayor acepción de este concepto. Bueno, parece también que todo el sueño de que por fin saliéramos del marasmo histórico del que nos estaban liberando (entre otros) nuestros investigadores con los miles de artículos publicados en los últimos años, de altísimo nivel científico, reconocidos internacionalmente, ya no proseguirá gracias a la estulticia de muchos y la avaricia de no pocos. No quiero entrar en detalle, desgraciadamente de ello hay ríos de tinta impresa ya en todos los formatos y no descubriría nada nuevo.

Nos queda mirar para delante y recapacitar. Nos queda sacar provecho de los inmensos recursos naturales que nuestra geografía nos regala, ya sea en forma de esa energía inacabable que poseemos a raudales o de nuestro inmenso patrimonio cultural y natural. Como de esto último trata este blog y además en eso sí que somos afortunadamente muy ricos, pues, seamos lo suficientemente inteligentes para aprovecharlo con conciencia, es decir con conocimiento y plenitud. Contamos con la mayor biodiversidad de toda Europa, no sólo en especies vivas sino en paisajes y culturas desarrolladas en ellos, léase agroculturas que durante siglos modelaron especies diversas hasta constituirse también en el mayor patrimonio genético de este “continente”. Este enorme patrimonio también ha sido y es coparticipe en el mantenimiento de esa rica biodiversidad de la que hablo. Si eso cotizara en los activos de las riquezas nacionales, que lejos por debajo nos quedarían las potencias hegemónicas europeas que hoy dictan nuestra suerte. Y es aquí donde quiero llegar.

Vamos a unir dos elementos que jugando a nuestro favor, no somos capaces de enlazar para darnos cuenta de que puede ser una fuente de creación de riqueza bien entendida, racional, sostenible y por ende con sentido.  Me estoy refiriendo a clima y biodiversidad, concretándose en su explotación a través del turismo de naturaleza.Quiero dejar claro que cuando digo turismo de naturaleza, no me estoy refiriendo al tipo de turismo que la utiliza como mero soporte físico para desarrollar actividades recreativas de diversión o los llamados deportes de “aventura” si no conllevan absoluto respeto. Estas actividades a mi entender, aún siendo lícitas siempre que no alteren el entorno, no representan el cambio de paradigma que debemos tener en cuanto a nuestra relación con la naturaleza, que nos debe llevar a restablecer la armonía y conexión perdida, respetando su equilibrio dinámico, sin pretender dominar nada.

Diversos estudios han confirmado que en los países donde este binomio se da, el ecoturismo es más rentable que la agricultura y la ganadería y además promueve la conservación de la naturaleza, de la que todos finalmente dependemos. El paradigma de ello lo podemos encontrar en países como Costa Rica donde este sector genera mayor riqueza que las principales producciones nacionales como el ganado, el café, el plátano o la piña juntos, siendo de esta última, el segundo productor mundial. Todo ello gracias a su enorme biodiversidad, pero sobre todo a su gestión y buen hacer. Países de este entorno como Honduras poseen una riqueza muy similar, pero su gestión y buen gobierno no la permiten despegar en este sentido. Es el contrasentido que nos sirve como ejemplo a no seguir.
Costa Rica supo apostar durante la década de los 80 por ello, en una región muy difícil por plagada de conflicto bélicos, marcó su diferenciación atrayendo a la comunidad científica de Estados Unidos y Europa que se encargo de invertir y divulgar su riqueza, lo que trajo como benefactor efecto secundario la llegada de turismo de naturaleza. Hoy es su principal industria, y su principal empeño conservarla. No tiene ejercito al uso, pero sí uno compuesto de conservacionistas y gente que de una u otra manera vive de que su medio sea preservado. Esto lo han entendido bien gobernantes y gobernados.

Nuestro clima es demandado por una gran parte de turismo, nacional y sobre todo internacional, mucho de lo cual es sensible y amante de la naturaleza que desconoce esta riqueza que atesoramos, porque nuestros gobiernos invierten masivamente en divulgar poco más que folclore, sol y playa. De ésto tenemos muchos competidores en nuestro entorno geográfico, pero no de lo que hablamos. De los 226 tipos de hábitats reconocidos de alto interés en la UE por la Directiva Hábitats, 121 (el 54%) se encuentran en territorio español. Contamos con el mayor número de especies de mamíferos, aves y reptiles y estamos en tercer lugar en cuanto a anfibios y peces.  De todo ello, Andalucía por su estratégica situación geográfica tiene un destacado papel, de las 636 especies de vertebrados identificadas en España, más de 400 habitan en esta comunidad, convirtiéndola en la de mayor riqueza faunística. Tenemos pues la riqueza, aprovechémosla para generar empleo con racionalidad, conservándola para que su productividad se mantenga para el bien de todos, indefinidamente.

jueves, 12 de abril de 2012

El otro tiempo


No hace mucho se realizó el cambio horario que tradicionalmente se viene llevando a cabo desde 1974, mientras cambiaba de posición las agujas del reloj no pude evitar reflexionar sobre lo que significa el tiempo y como ello repercute en nuestra relación con la naturaleza, y en definitiva, la vida. El tiempo es en verdad y posiblemente junto a la muerte el elemento de nuestra existencia que más nos iguala, lo que equivale a decir que más no democratiza en la experiencia vital. Ricos o pobres, hombres o mujeres, los seres humanos de cualquier lugar y etnia del planeta tienen el mismo tiempo disponible cada día, es algo que por fortuna el dinero tampoco puede comprar ni atesorar. La diferencia está en cómo es gestionado y en ello radica una enorme diferencia.
Pero esto, a pesar de ser una verdad incuestionable, dista mucho de serlo de forma absoluta, y me explico. El tiempo, es en realidad una mera invención del ser humano, 86.400 segundos cada día es lo que nos hemos dado para organizar nuestra existencia y digo organizar, porque disfrutar es otra historia para la inmensa mayoría de los siete mil millones de personas que habitamos la tierra.  
Ni que decir hay, que este bien tan preciado a lo largo de la historia se ha ido también mercantilizando es decir, se le ha dotado de precio y ahora hemos de pagar por disfrutar de algo que por ley natural nos pertenece. Hemos pasado de disponer de él para la organización de nuestras necesidades humanas, materiales o espirituales a tenerlo que administrar según nos impongan los imperativos socio económicos. Pagamos por su disfrute de forma directa o indirecta, pero pagamos como por cualquier bien preciado. Es como si su posesión fuera potestad de “alguien” y se nos “concediera” un pellizco de ello. Esta reflexión me lleva a su vez a establecer el paralelismo con el de otros bienes que también nos están robando como el agua, el aíre, el silencio... Ya estamos pagando y cada vez más por el primero y seguirá el ascenso, y pronto lo haremos de forma directa (ya lo hacemos  indirectamente saliendo a respirar y buscar sosiego los fines de semana) por los demás.
Pero, volvamos al tiempo, ese “elemento” tan esencial en nuestras vidas que por más que nos empeñemos y nos pese, es imposible guardarlo, pues no existe lugar alguno en el universo donde podamos depositar el que supuestamente ahorramos, con el fin de hacer un mejor uso más adelante. ¿Qué ha ocurrido para que con el devenir de la existencia humana hayamos ido aumentando el tiempo dedicado al mantenimiento de nuestras necesidades “básicas” y disminuido el del disfrute (no menos básico para nuestra salud)?, pues sencillamente que nos han engañado o nos hemos dejado engañar. Desde hace bastante, no están inculcando que hemos de incorporar como necesidades básicas cosas que antes no lo eran, por lo que para conseguirlas debemos aumentar la dedicación al trabajo en detrimento de la que deberíamos dedicar a nuestro disfrute, a la familia o a la mejora de la sociedad. Es decir vendemos ese bien tan preciado, para que otros lo disfruten con la plusvalía generada gracias a los ingresos adquiridos por los productos que nosotros compramos y que aunque en realidad no los necesitamos, nos hacen pensar que sí. ¿Listos no?, ellos me refiero, claro.
A estas alturas del comentario alguien se preguntará, en un blog como éste ¿cabe hablar del tiempo si no es el atmosférico? Pues sí, ya que aunque la complejidad del tema es enorme, la relación que hemos establecido con la Naturaleza es fiel reflejo de la conceptualización que hemos desarrollado al respecto. A partir del neolítico, cuando se nos acabo la época de cazadores recolectores para pasar (¿evolucionar?) progresivamente hacia sociedades cada vez más complejas, más cómodas para algunos, el tiempo mermó para casi todos. Está más que demostrado que las sociedades de cazadores recolectores no necesitan más de 4 o a lo más 5 horas para satisfacer sus necesidades básicas, el resto lo pueden dedicar a la sociedad, su cultura y disfrutar de las relaciones humanas de su grupo. Entonces, ¿quien se está quedando con ese tiempo que nos pertenece y que en abrumadora mayoría sacrificamos en tareas ingratas, duras y cada vez más, peor pagadas?
Deberíamos pararnos a pensar la ingente cantidad de dinero y esfuerzo que nos detraen y que es dedicado a mantener las estructuras de poder, estructuras que energéticamente, en su mayor parte están orientadas a destruir la naturaleza, con la finalidad de seguir acumulando “riquezas” solo para unos pocos y en detrimento de la gran mayoría de los seres humanos que dependen o dependerán de ella.
En nuestra desarrollada o mejor cabría decir desarrollista, sociedad occidental, tenemos cada vez más bienes materiales, a un costo por otra parte insostenible e insolidario con el resto del planeta, pero paradójicamente cada vez menos tiempo para disfrutarlos aún a pesar de no necesitarlos. Si hay dinero se puede comprar casi todo, incluso el “tiempo” de los demás que será sacrificado para que unos pocos obtengan más, parte de nuestra vida será así puesta en venta, y cada vez más barata…
En definitiva, con nuestro tiempo se enriquecen unos pocos, se generan capitales que esclavizan a la mayor parte de la humanidad, (ricos, pobres, norte, sur), se esquilman los recursos y se destruyen las posibilidades de que el ser humano pueda seguir coexistiendo con quien únicamente a cambio de respeto, le da todo, la Naturaleza. Viajando por el mundo he podido comprobar que el estado de plenitud que todos buscamos poco o nada tiene que ver con lo que de material se posee y sí con esa armonía con la naturaleza, eso lo resume con total clarividencia el aforismo africano que dice que nosotros tenemos el reloj, pero ellos tiene el tiempo

miércoles, 21 de marzo de 2012

Tocan tiempos dificiles

Sí, lo sabemos los tiempos que nos están tocando vivir son difíciles, pero hasta el hartazgo, sobre todo con tanto intencionado y sistematico bombardeo sobre la crísis. Las consecuencias que ya se están produciendo por la falta de inversión o lo que es peor por la “contrainversión” en el terreno del medio ambiente lo están también corroborando y son más que preocupantes. Los recortes en lo básico también están inundando, nuestros ríos, bosques y fauna con el peregrino argumento que ya estamos hartos de oir, no hay dinero para estas cosas…, pero sí para Bancos y especuladores financieros.
No gastar dinero en preservar o mejorar nuestro medio, demuestra una incapacidad y escasez de miras hacia el difícil futuro ecosocial que se vislumbra que da pavor, a tenor de casi cualquier parámetro de seguimiento que evaluemos, pero gastarlo en destruir o alterar lo que aún nos queda de naturaleza bien conservada, es como poco rayante en la mayor de las ignomínias, por el absoluto desprecio que supone para con las generaciones a las que se les privará de aún más recursos para el disfrute de una mínima calidad de vida. Esto es lo que parece amenazar ( y así lo refleja el programa del PP) con las actuaciones que se prevén realizar en sendos espacios naturales de la talla de Sierra Nevada y Doñana. En el primero, bajo presión de la Estación de Esquí para su ampliación hacia el interior del mismisimo Parque Nacional y en el segundo con la construcción de una nueva carretera que una las provincias de Cádiz y Huelva, atravesando el Parque Natural, que rodea y protege al Nacional, por la zona norte. Desarrollo dicen.
Es lo que yo llamo “contrainversión”, es decir invertir en destruir, por más que lo quieran disfrazar con medídas compensatorias, a las que prestos se hallan a recibir sus “beneficios” muchos componentes de la comunidad científica, ávidos de presupuesto para poder mantener sus equípos de investigación. ¿No sería mejor invertir en aquellos procesos y proyectos que sí demuestran que funcionan y crean verdadera riqueza en estas zonas naturales? De esto hay mil y una propuestas que nunca o casi nunca son oidas, sencillamente el porqué de ello reside en que esa riqueza que generarían no iría a parar en forma de vil metal a los bolsillos de los de siempre, alejados e indiferentes como poco del verdadero futuro por el que hay que apostar en esos territorios, sino a los legítimos usufructuarios que contribuyen a su preservación, sus pobladores. Casos miles de ese mal los hay por toda la piel de toro que nos cobija, amparados por el bipartidimos que corroe los cimientos de la democracia.
Y sin ir más lejos de nuevo en Andalucía, ¿que va a pasar con el Hotel de la playa del Algarrobico?, también como no, en pleno Parque Natural Cabo de Gata, una de los pocas zonas costeras de España impolutas de hormigón. Este ejemplo, nos demuestra con algo más que un botón lo que tenemos y lo que nos quedará por ver, corruptelas, impasividad de la adminitración y sus políticos y complicidad de sus votantes. Miedo da ante este escenario, la propuesta de modificación de leyes fundamentales que supusieron un importante avance en la conservación de nuestro territorio, como la Ley de Costas, entre otras que preve modificar el actual gobierno. Luego, como siempre, llegarán las lamentaciones. A quienes lo hagan, no les faltará desde luego ningún muro de cemento para hacerlo.

Por último, hoy, Día Forestal Mundial, cabe preguntarse, que será de nuestros montes con la llegada de los recortes y el "apoyo" sin igual de la escasez de precipitaciones que estamos teniendo, sobre todo en el sur, cuando llegue el terrible estío. Hoy me ha llegado la noticia de que la Administración de la Junta de Andalucía ha decidido ante la escasez de presupuesto no continuar con el Sistema Bosque contra incendios forestales, referencia mundial en la detección automática de estos desastres naturales desde su creación en 1992. Este sistema desarrollado en Andalucía y apoyado por la Consejería de Medio Ambiente, que permitía detectar cualquier conato de incendio (un pequeño fuego de un metro cuadrado a diez kilómetros), eso es apoyar la I+D+i, ¡sí señor!. Lo alucínante del tema es que a la Junta de Andalucía, cada hectárea quemada le cuesta más 6.000 euros entre apagarla y restaurarla, frente a 0,5 euros que cuesta cada hectárea vigilada por el Sistema Bosque.
¿Alguien da más? O mejor dicho, ¿menos?

domingo, 15 de enero de 2012

Ese año internacional de los bosques

Después de un dilatado periodo de ausencia del blog, quiero volver a retomarlo haciendo honor al recién finalizado 2011 a través de este comentario, ya que fue el año internacional de los bosques, encajado en el que se ha dado en llamar por Naciones Unidas, Decenio de la Biodiversidad 2011-2020. 
Para empezar, a mi esto de darle nombre a los años para hacer visible situaciones o problemáticas que son importantes que sean reconocidas por la sociedad, de entrada no me parece mal. Eso sí, siempre y cuando no se quede en pura tramoya de cara a una opinión pública cada vez más cansada o insensibilizada, por el continuo bombardeo mediático de iniciativas políticas internacionales y declaraciones de buenas intenciones que, en su inmensa mayoría sólo sirven para justificar congresos, foros, cumbres, etc, donde poco se avanza en la práctica y mucho se gasta en “embalaje”.  Así, en ocasiones uno puede llegar a preguntarse a la luz de los datos, la información al respecto y los resultados obtenidos en éstas, pero... ¿ hay algo que celebrar?.
Si tomamos como referente las conclusiones de la Conferencia que sobre el clima se celebro en 2010 en Durban, uno de los aspectos más importantes para luchar contra este fenómeno es frenar la deforestación, especialmente la de las grandes selvas del planeta, pues bien los avances en este tema han sido muy limitados, y ello teniendo en cuenta que la deforestación de las selvas representa alrededor del 17% de las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global de la Tierra, más que la suma de lo que emite todo el transporte del planeta. Y que todos los análisis dicen que necesitamos reducir muy pronto las emisiones por deforestación para limitar el calentamiento global a 2ºC, como mucho.
Pero hay más, además de los infinitos servicios que los bosques nos prestan y sin los cuales mejor no imaginar que tipo (si la hubiera), de vida nos esperaría, son los mejores captores de agua, creadores y fijadores de la fértil tierra que nos sustenta, atemperadores de los rigores meteorológicos, proveedores de materias primas tan fundamentales como la madera, sobre la que se cimentaron todas las grandes civilizaciones, etc, etc, además, los bosques son refugio y hogar de cerca del 70% de las especies de animales y plantas que viven en este planeta. Esta “gente”, como los llamaría el entrañable personaje de la novela Dersu Uzala (llevada al cine magistralmente por el genial Akira kurosawa), tiene como no, derechos adquiridos vitales. Si a ello además sumamos las poblaciones humanas dependientes de su existencia, la obligación para su prioritaria conservación nos debería abrumar.
Sólo el dato de que en los 1,6 millones de hectáreas de la selva amazónica ecuatoriana conviven 100 mil individuos de diferentes etnias indígenas, es apenas el ápice de la importancia vital que para muchos pueblos de la tierra supone la pervivencia de sus bosques, pues alrededor de 350 millones de personas dependen directamente de los bosques para su supervivencia. Bosques, que nuestro opulento e insaciable mundo “civilizado” no cesa de expoliar y destruir. Deberíamos pararnos a pensar que nos pasaría por nuestra sangre si alguien entrara en nuestra casa, se adueñara de ella y comenzara a llevarse todos nuestros bienes antes o después de echarnos de ella. ¿Os lo imagináis?, sin casa, sin refugio, comida o agua para subsistir, destruidos los referentes culturales,  envenenados, asesinados, perseguidos, condenados al alcoholismo, la prostitución, las enfermedades, etc, así intentan sobrevivir a nuestro asedio los últimos pueblos indígenas de la Tierra, seres humanos tanto o más diría yo que nosotros, a juzgar por nuestro comportamiento.
Otro dato, el comercio mundial de productos forestales se ha multiplicado por cuatro en los últimos cuarenta años. Y sigue creciendo imparable. Otro más, en la década de los 90, siete países: Indonesia, Malasia, Birmania, Nepal, Pakistán, Filipinas y Sri Lanka, perdieron más del 10% de su superficie forestal, todos países con importantes recursos y superficies de selvas vírgenes. ¿Y África?, nadie parece acordarse como siempre de ella salvo cuando vemos los documentales de la 2. Un ejemplo, la cuenca del Congo, en el África occidental, se está secando. La segunda mayor selva del mundo, tras la amazónica, está sufriendo el acoso de la agricultura y, con la tala de árboles, las lluvias escasean cada vez más. Los últimos datos de medición parecen indicar que las precipitaciones se reducen hasta un 50% en las zonas cercanas a los campos de cultivo (Geophysical Research Letters). Hace un par de años, viajando por Ruanda, donde la pobreza y la enorme densidad demográfica ha obligado a cultivar casi todo su territorio, pude constatar con tristeza como los mayores simios del planeta se encuentran amenazados por la necesidad de cada vez mayor espacio de una población que no puede entender como sus hijos carecen de toda esperanza para un mejor futuro, mientras se les impide sacar los recursos del bosque que tienen al lado. Ambos primates, gorilas y seres humanos no pueden entenderlo, pero la conexión está clara. Nosotros sí y es nuestra responsabilidad ayudarlos.
De sobras sabemos lo que tenemos que hacer, consumir menos y mejor, como todo, ser conscientes de lo que hacemos y sobre todo si de verdad lo necesitamos y no hay otra opción a ello. Un ejemplo, demandemos los productos fabricados con certificación de sostenibilidad, como los que contempla el sello SFC que asegura el origen de la madera obtenida en bosques gestionados sosteniblemente. Pero ojo, como dicen los amigos de la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA), un bosque no es un cultivo, no justifiquemos su sustitución por un monocultivo de miles de árboles idénticos en edad, aspecto y tamaño por muy certificada que pueda llegar a estar su producción.
Para finalizar otro dato, en los últimos 50 años se ha perdido casi la mitad de la cubierta forestal original del mundo, unos 3.000 millones de hectáreas, da miedo ¿no?. Pero también hay mucha gente remangada, azada en mano plantando bosques, solos o dentro de iniciativas que se hallan por todos lados. Yo pongo mi granito cada año. Si cada ciudadano de este país plantara un árbol al año, uno solo ¡47 millones de árboles al año!, 470 millones de árboles y arbustos en diez años..., ¿imagináis el cambio de paisaje y clima?, yo sí, ¿te animas?.
Dependemos de los bosques y sus recursos mucho más de lo que imaginamos. Es posible hacer uso de ellos de forma racional, sostenible, cuantitativamente pero también cualitativamente. Uno y otro término han de definir su uso para desembocar en lo que llamamos sostenibilidad, que no es más que una evaluación de lo que es posible obtener sin dañar lo que ya existe, dejando recuperar el aliento a la sagrada Madre tierra, a su mejor hijo y a nuestro protector padre, el bosque.